Chapter 37: 37) Era actual
"Miedo, traición, sed de sangre. Hace miles de años, estas eran las fuerzas que gobernaban nuestro mundo. Un mundo donde las presas vivían con miedo constante a los depredadores, y los depredadores sucumbían a un impulso biológico incontrolable de mutilar y destruir."
La voz, tenue al principio, se intensificaba mientras los espectadores contemplaban aquella singular obra de teatro. Al fondo, desde una esquina sombría y discretamente cubierto, una figura misteriosa reía para sí misma mientras exhalaba el humo de un cigarro decorado con extraños grabados. Sus ojos, fríos y calculadores, se fijaban en una escena particular: una coneja que, en el escenario, sufría una muerte exagerada y dramática. Observaba con una mezcla de curiosidad y algo más... algo predatorio.
La obra continuó hasta su conclusión, que terminó pareciendo más una promoción de la ciudad de Zootopia que una tragedia. El público aplaudió entusiasta, y, sorprendentemente, incluso esa figura en las sombras se unió a los aplausos, con una expresión satisfecha. "Hace décadas que no veía algo tan entretenido", pensó para sí, aunque, claro, las únicas obras infantiles que solía ver eran las de sus hijos y descendientes.
Fue uno de los primeros en abandonar el teatro, pero no se alejó demasiado. Desde un rincón, continuó observando, esta vez a una gran familia de conejos.
Los señores Hopps, ajenos a las miradas que los seguían, estaban ocupados intentando convencer a su hija de abandonar sus sueños. No porque fueran malos padres, sino porque deseaban para Judy una vida tranquila y segura en su granja de zanahorias. Pero su hija, impulsada por un espíritu justiciero inquebrantable, ya había tomado su decisión... y se había escapado sin que ellos se dieran cuenta.
Lejos del puesto de zanahorias, Judy se encontró con una escena que despertó su indignación: un zorro llamado Gideon Grey y su compañero Travis intimidaban a dos ovejas y a una coneja pequeña. Aunque todos eran niños, el acto de acoso era igual de despreciable. La joven Judy, impulsada por su deseo de proteger a los débiles, se lanzó en defensa de los demás.
Judy Hopps: "¡No me asustas, Gideon!" —dijo con firmeza.
El zorro, sin embargo, respondió con un empujón que la hizo caer al suelo. Los pequeños espectadores jadearon y corrieron a esconderse detrás de un árbol, aterrados. Gideon, lejos de mostrar remordimiento, se burló:
Gideon Grey: "¿Tienes miedo ahora?"
Travis: "¡Mira cómo se le mueve la nariz! ¡Tiene miedo!"
Gideon: "¡Llora, conejito! ¡Llora!"
Desde su escondite, la figura sombría observaba con creciente desagrado, listo para intervenir. Pero algo lo detuvo. A pesar del evidente miedo, Judy reunió valor y propinó una patada al rostro de Gideon, quien, sorprendido, se tocó el labio, probando el sabor de su propia sangre.
Gideon Grey: "Aww, ¿no sabes cuándo parar, verdad?"
Con un gruñido, desenvainó sus garras. Judy retrocedió, jadeando de miedo, pero no fue lo suficientemente rápida: un movimiento certero del zorro dejó tres marcas en su mejilla. La coneja gimió de dolor mientras sus amigos observaban aterrados.
Gideon Grey: "Quiero que recuerdes este momento. La próxima vez que pienses que serás algo más que una estúpida cultivadora de zanahorias..."
Antes de que pudiera continuar, su cuerpo dejó de tocar el suelo. Con un movimiento imposible de rastrear, la figura en las sombras apareció y lo levantó por el cuello como si fuera un simple juguete.
???: "Creo que es suficiente."
La voz pertenecía a un extraño que miraba al zorro con frialdad, sosteniéndolo a la altura de su rostro.
Gideon Grey: "¿Qué...? ¿Quién eres?" —preguntó, desconcertado.
???: "Deja de hacer estas estupideces, ¿quieres?"
Sin más preámbulos, el misterioso individuo lanzó a Gideon y a Travis hacia los maizales como si fueran simples juguetes. Ambos abusones volaron sorprendentemente lejos, dejando a los niños presentes boquiabiertos. La fuerza desplegada por aquel extraño era inconcebible, especialmente considerando que, a pesar de su altura, no aparentaba ser particularmente musculoso. Aún temerosos, los pequeños permanecieron ocultos, aunque poco a poco comenzaron a asomarse para observar mejor a su inesperado salvador.
Especialmente Judy, quien, por su proximidad, trató de discernir los detalles de la figura que se encontraba entre las sombras. La mezcla de luces y penumbras la desorientaba, pero finalmente logró distinguir una característica única que la dejó sin aliento.
Judy: "¿Tú... eres un humano?" —murmuró con incredulidad, sus grandes ojos abiertos de par en par. Antes de que pudiera contenerse, su sorpresa se convirtió en un grito emocionado—. "¡Eres un humano! ¡Un Zoo Black! ¡De los fundadores de Zootopia!"
La figura, ahora agachada frente a ella, esbozó una sonrisa tranquila.
Riuz: "No es para tanto..." —respondió con calma, extendiendo una mano hacia el rostro de la coneja. La giró suavemente para observar la herida en su mejilla, frunciendo el ceño—. "La ciudad ya existía cuando mi familia llegó allí, aunque tenía otro nombre en ese entonces. Sin embargo..." —hizo una pausa breve, buscando algo en su bolso mientras hablaba—. "Supongo que podría considerarme un fundador, al menos de lo que es hoy. Ayudé a transformar Zoópolis en la metrópolis de Zootopia."
Mientras hablaba, comenzó a rebuscar en un pequeño bolso que llevaba consigo. Los demás niños, al darse cuenta de quién era, comenzaron a correr hacia allí, todavía emocionados, aunque con algo de cautela. Incluso en un pueblo rural como este, los humanos eran famosos, casi legendarios, al punto de que hasta los más jóvenes los reconocían. Esto no era sorprendente, después de todo, acababan de representar una obra teatral basada en Zootopia, la ciudad que muchos consideraban "la cuna de la humanidad" a pesar de no haber llegado hace tanto tiempo a este mundo.
Riuz sacó un pequeño frasco y destapó su contenido. Comenzó a aplicar un líquido medicinal en la mejilla de Judy, quien dejó escapar un leve gemido de dolor por el ardor, pero lo soportó estoicamente, deseando dar una buena impresión ante alguien tan importante.
Judy: "No puedo creerlo... ¿Qué hace aquí?" —preguntó con una mezcla de emoción y curiosidad. Para ella, era increíble que alguien tan memorable estuviera en su pequeño pueblo rural. Los humanos rara vez se aventuraban fuera de Zootopia, salvo por ocasiones muy especiales.
Riuz: "Solo un pequeño viaje de placer. Me detuve aquí y me pareció interesante. Su obra fue bastante divertida."
Al escuchar eso, los niños no pudieron contener su entusiasmo.
Varios niños: "¿De verdad?" —preguntaron con ojos brillantes, sintiendo una mezcla de orgullo y alegría.
Riuz: "Así es... y listo." —Tras aplicar el ungüento, sacó una curita de su bolso, que parecía ser mucho más grande por dentro de lo que aparentaba. La curita, decorada con un pequeño corazón rosa, fue colocada cuidadosamente sobre la herida de Judy. Luego, Riuz la ayudó a levantarse, alejándola del suelo donde había estado demasiado tiempo.
Judy: "Gracias, señor Zoo Black." —murmuró con admiración, sus ojos reflejando un respeto profundo.
Riuz: "No es nada. Todo sea por la conejita más valiente y linda que he visto." —respondió mientras le revolvía suavemente el cabello. Luego recogió el gorro de policía que había caído al suelo y se lo colocó nuevamente sobre la cabeza.
Judy: "¿Sabe, señor Zoo Black...? Mi sueño es ser policía en Zootopia. Yo..." —Su voz, llena de emoción, se entrecortó. Estaba hablando con uno de los individuos más influyentes de la ciudad que tanto anhelaba.
Riuz: "Lo sé. Como dije, vi su obra." —La interrumpió con una sonrisa tranquilizadora—. "Y no tienes que decir más, pequeña futura oficial de policía. Déjame decirte algo: me parece adorable."
Judy frunció el ceño.
Judy: "¡No es adorable! Es algo que..." —Se detuvo, reafirmando su postura con determinación—. "Es mi sueño. Y lo cumpliré."
Riuz: "No me malentiendas. Creo firmemente que lo lograrás... no, estoy seguro de que lo harás." —La seguridad en su voz provocó que el ceño fruncido de Judy desapareciera, reemplazado por una sonrisa radiante.
Judy: "¿De verdad lo cree?"
Riuz: "Así es. Pero ahora creo que deberías ocuparte de algo más." —Dijo señalando unos boletos escondidos en la ropa de la pequeña coneja.
Judy: "¡Oh! ¡Cierto!" —Exclamó, sacando los boletos y entregándoselos a Sharla, la oveja negra.
Sharla: "¡Conseguiste nuestros boletos!" —dijo con asombro y alegría.
Gareth: "Eres increíble, Judy." —El pequeño cordero la miraba con ojos llenos de admiración, quizá con algo más, sin saber que el humano lo vio con ojos peligrosos al hacerlo.
Riuz: "Bueno, chicos, es hora de irme", dijo mientras se detenía y sacaba algo de su bolsillo. "Pero antes, como mencioné, me gustó mucho su obra. Creo que tienen futuro", añadió, extendiendo su mano para entregarle una tarjeta a Sharla. "Puede que me ponga en contacto contigo para ver si tienes lugar en alguna de mis empresas. También me comuniqué con ese chico, Bobby Catmull; su trabajo como sonidista fue realmente bueno. Él también tiene mi tarjeta. Si necesitan algo, llámenme... Toma, esto es para ti también".
Le entregó otra tarjeta a una pequeña coneja que estaba al lado de Sharla, aún más joven que Judy.
Judy: "¿No me dará una tarjeta a mí también?" —preguntó, viendo que Riuz no tenía intención de darle nada, a pesar de que ella también participó en la obra. Por un momento, su expresión se tornó triste.
Riuz: "Oh, pequeña Judy, no planeo darte una tarjeta en absoluto", dijo con una sonrisa, viendo cómo la niña se deprimía. "Porque esto es para el futuro del entretenimiento, y aunque no niego que podrías brillar, creo que toda Zootopia me condenaría si le arrebato a su futura policía estrella... ¿no es así?" —preguntó de manera retórica, sonriéndole con calidez.
Judy: "¡Así es!" —respondió con determinación, dejando atrás su tristeza al entender el mensaje del humano.
Riuz: "Genial, no me equivoqué contigo. Tu destino no está en el escenario, sino en las calles, protegiendo a los demás. Sigue tu sueño y conviértete en la oficial que Zootopia necesita. Posiblemente nos veamos pronto si es así... aunque quizás no directamente. Tengo un hijo humano de tu edad; creo que sería genial que fueran amigos".
Riuz dio una última palmada en el gorro de policía que Judy llevaba puesto antes de alejarse, dejando atrás a los niños, que miraban emocionados las tarjetas que habían recibido Sharla y la pequeña coneja. Sin saberlo, las tarjetas que entregó eran muy diferentes a las que le había dado a Bobby Catmull, a quien realmente consideraba para trabajar en sus empresas de entretenimiento en el futuro.
El humano continuó su camino hasta ocultarse tras un árbol, desde donde observó cómo los niños se dispersaban. Una sonrisa asomó en su rostro al verlos, convencido de que la espera había valido la pena. Sin embargo, sus pensamientos se interrumpieron al notar la presencia de alguien más acercándose.
Riuz: "Buen trabajo, Jackie. No puedo creer que, incluso después de haberte dado esta misión hace tres años, hayas logrado encontrar este lugar con tan poca información", dijo, satisfecho, sin apartar la vista de la pequeña Judy, que regresaba con sus padres.
Jackie: "No podía fallarle, señor. Es mi deber. Fallarle hubiera sido mi mayor pecado", respondió una chacal vestida con un elegante traje. Sus lentes oscuros descansaban en el bolsillo, y su actitud demostraba el máximo respeto hacia su jefe.
Riuz: "No te menosprecies. Sé que encontrar a un conejo con el apellido Hopps no fue tarea fácil, y más aún localizar este festival justo a tiempo para que viniera. Realmente mereces mi admiración".
Jackie: "Gracias, señor", respondió con aparente calma, intentando ocultar la emoción que sentía tras el elogio. "¿Desea que busquemos a esas niñas para que se divierta?"
Riuz: "La oveja y la pequeña coneja están bien. Podría probarlas antes de regresar... pero deja en paz a Judy", dijo firmemente. "Aunque admito que mi moral en cuanto a edades ya no es la misma, no quiero tocarla ahora. Aún es pequeña, y mi intervención podría cambiar su mentalidad en este momento. Quiero ver a la verdadera oficial Hopps en el futuro, aunque tenga que esperar. No me arriesgaré a perderme a la coneja que vine a buscar".
Jackie: "Como ordene, señor".
Riuz: "Sin embargo..." —su mirada se dirigió hacia los padres de Judy, ocupados en su puesto de zanahorias, mientras su expresión adquiría un tinte frío y peligroso—. "Creo que es momento de que ciertas granjas de zanahorias enfrenten algunas dificultades. Además, estoy seguro de que no será difícil encontrar un conductor ebrio por aquí. ¿No te parece adecuado aprender un poco sobre estadísticas de accidentes automovilísticos?"
Jackie: "No se preocupe, señor", respondió, comprendiendo perfectamente la intención implícita en sus palabras.
Riuz: "Bien, vamos. Una oveja y una coneja me esperan. Ellas y sus madres serán un buen aperitivo después de estos viajes".
Jackie: "Me encargaré de todo. Espere mi aviso," afirmó con determinación, tocando discretamente un arma en su costado, aunque no era letal; su verdadera arma asesina descansaba en el otro lado.
Riuz: "No te ves contenta, Jackie. ¿Te molesta lo que voy a hacer?" preguntó, acercándose lo suficiente para que su presencia resultara intimidante.
Jackie: "¿Cómo podría? Su voluntad es mi ley. Usted no está haciendo nada malo, señor. De hecho, esas niñas deberían estar agradecidas por recibir su atención," respondió con una mezcla de sumisión y convicción.
Riuz: "Y aun así, algo te inquieta… algo sobre mí, ¿verdad?" preguntó mientras levantaba la barbilla de la chacal, obligándola a mirarlo directamente. Su experiencia le permitía leer a las personas con precisión, y Jackie no era una excepción.
Jackie: "No, claro que no. Usted es como un padre para mí. Me salvó, me crió... me cuidó, y me dio todo lo que tengo. Mi lealtad hacia usted es absoluta," aseguró con voz temblorosa, pero cargada de sinceridad.
Riuz: "Eso lo sé, Jackie. Pero hay algo más, algo que nunca has dicho en voz alta." Su mirada penetrante no le daba tregua. "¿Acaso te preguntas por qué nunca te he follado... por qué no te he mirado de otra forma... Por qué, siendo tan capaz y hermosa, no te he hecho mía sabiendo que ninguna mujer escapa de mis manos." Su voz era suave, pero cargada de intención, como si estuviera desenterrando un secreto.
Jackie sintió un escalofrío recorrerle la columna. No podía negar la verdad de sus palabras, pero tampoco podía admitirlo en voz alta. Bajó la mirada, intentando contener las lágrimas que amenazaban con traicionarla.
Jackie: "Yo… no tengo derecho a cuestionarlo, señor. Usted tiene sus razones, y yo no soy quién para pedir más de lo que ya me ha dado." Su voz se quebró al final, revelando la lucha interna que intentaba ocultar.
Riuz: "Sabes, Jackie… nunca tuve a alguien como tú. Tan capaz, tan leal… y tan hermosa." Su voz era suave, pero con un deje de ironía que la hizo estremecer. Dio un paso hacia ella, inclinándose ligeramente. "La única razón por la que nunca he cruzado esa línea es porque te aprecio demasiado."
Jackie abrió los ojos con sorpresa, su rostro encendido por la vergüenza. Quería responder, pero su garganta se sentía seca, y el peso de su mirada le impedía articular palabra.
Riuz: "No te preocupes," continuó, esbozando una sonrisa que bordeaba lo cruel. "Sé exactamente lo que quieres. Y si eso es lo que deseas, no veo problema en concedértelo. En el camino de vuelta podemos detenernos en la carretera y cumplir tu deseo... claro, si no te importa perder la virginidad en mi limusina, si no podríamos buscar un motel por ahí"
Jackie: "¡No! En el auto está bien," respondió rápidamente, casi ahogándose con sus palabras. Su rostro estaba completamente sonrojado, pero la emoción era evidentes en sus ojos.
Riuz: "Primero, tenemos cosas que hacer. Un aperitivo aquí, unos asuntos más allá, y luego…" Hizo una pausa, lanzándole una mirada de soslayo, cargada de intención. "Luego cumpliremos con tu pequeño deseo."
...
Y asi fue... La noche avanzaba en silencio, rota únicamente por los jadeos que llenaban la habitación. Riuz estaba sentado, completamente desnudo, en un sofá. Su postura relajada contrastaba con el frenesí que se desarrollaba frente a él. Dos mujeres, una oveja y una coneja de mediana edad, ajenas a cualquier sentido del dolor o la vergüenza, follavan salvajemente entre si, ignorando los pequeños golpes y arañazos que se daban en el proceso.
Así mismo, una pequeña oveja y una pequeña coneja estaba lamiendo su polla, trabajaban con devoción, sus miradas perdidas, casi vacías, mientras jadeaban por el calor y el esfuerzo. Siguió así hasta que tomó a una de ellas, e hizo que le hiciera una garganta profunda.
En una pequeña libreta apoyada en el brazo del sofá, Riuz hacía anotaciones rápidas. Era metódico. La dosis de la droga parecía funcionar tal como había planeado: las mayores recibieron una versión completa y potente, mientras que a las más jóvenes se les administró una fórmula diluida para evitar dañar a las niñas.
Sabía que Jackie volvería pronto. Había enviado a su asistente a encargarse de los esposos de las mujeres, quienes también fueron drogados y trasladados a una casa diferente, lejos de allí. No tendrían suerte. Riuz siempre se aseguraba de cubrir cada detalle.
Cuando Jackie regresó, entró en la habitación con pasos firmes pero silenciosos. Su rostro, como siempre, permanecía imperturbable, sin mostrar ningún signo de sorpresa o disgusto ante el espectáculo frente a ella. Sin una palabra, se colocó a un lado de la sala, esperando pacientemente el momento de limpiar el desastre y borrar las huellas, como tantas veces antes.
Fue una noche entretenida, donde Riuz disfrutó de tanto madres como hijas, probando cada agujero disponible. Partieron a la mañana siguiente y como dijo, tuvo algunos asuntos que atender.
En el viaje de vuelta, se detuvieron en una carretera poco concurrida y metió a Jackie en la parte trasera de la limusina. Sin compasión ni delicadeza, la folló en el asiento trasero. Sabía que esto era lo que ella quería y que lo rudo no era algo que a ella le disgustara, por lo que fue un apareamiento salvaje al estilo perrito durante un largo rato hasta que ambos decidieron tomar un descanso antes de retomar el viaje.
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patreon.com/Lunariuz
Chicos, el Patreon ha vuelto a subir. Así que sí, habrá más capítulos. Esta semana no he podido hacerlos, pues ya era muy tarde, pero a partir de la próxima retomamos el ritmo habitual: 4 capítulos de Red y 2 de Riuz. ¡Gracias por su apoyo!